domingo, 16 de mayo de 2010

Nueva Novela de Abilio Estévez: 'El Bailarín de Montecarlo'


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El escritor cubano Abilio Estévez. (EFE)

El escritor cubano Abilio Estévez, afincado en Barcelona, convierte su última novela, El bailarín ruso de Montecarlo, en un homenaje a su ciudad adoptiva y en un canto a la nostalgia. "Siento nostalgia de todo, hasta de lo que no conozco", dijo en una entrevista concedida a EFE.

"Creo que la vida siempre es mejor donde no estoy", añadió y opinó que el deseo de huir es algo que tiene en común con los personajes de sus novelas: "Mis personajes siempre están buscando otra realidad que, si no es la geográfica, es cultural".

Así, Constantino Augusto de Moreas, el protagonista de la última novela de Estévez, decide no presentarse a un congreso sobre José Martí que se celebra en Zaragoza (España) y huye a Barcelona con 327 euros y 50 céntimos en el bolsillo, un tomito reducido de las Memorias de ultratumba de Chateaubriand y la melodía de El pájaro de fuego, de Stravinsky, en la cabeza.

El protagonista de El bailarín ruso de Montecarlo, que publica la editorial Tusquets, es "un hombre al que la vida no ha tratado bien, que ha hecho de la cultura su modo de vida", y que huye de su propia vida, algo imposible.

"Yo huyo, pero mis problemas, mis angustias y mis miedos van conmigo", dijo Estévez.

Igualmente, en novelas anteriores como Tuyo es el reino, Los palacios distantes o El navegante dormido, los personajes de Estévez escapan de una realidad que les agobia o que no pueden afrontar.

La huida de sus protagonistas es hacia el norte porque, según observa con cierta ironía Constantino, "para un cubano el triunfo se halla inevitablemente en otro lugar, con frío. Inversamente proporcional: a menor temperatura, mayor triunfo" y, "si se hace preciso prender la chimenea, es la apoteosis de la prosperidad", reflexiona el protagonista durante un paseo invernal por Montjuïc.

La novela, que Estévez ha escrito en Barcelona, es también un homenaje a la ciudad que, dijo, le salvó la vida.

"En Barcelona uno puede ser libre, y esa sensación no la tienes en La Habana", afirmó el escritor. "Aquí puede que el Estado te vigile, pero uno no lo siente".

Al llegar a la estación de Sants, Constantino se deja sorprender por una ciudad que no conoce, explora la Rambla, el barrio del Raval y las calles y plazas con nombres de artistas: la de Pintor Fortuny, Orwell, Jean Genet y Carmen Amaya, e incluso la calle de Aviñón, que inspiró a Picasso para sus Señoritas de Aviñón.

El bailarín ruso de Montecarlo es la historia de una huida, pero también la de la particular amistad que establece su protagonista con la propietaria del hostal del Raval en que se aloja, una mujer mezcla de la soprano italiana Adelina Patti y la novelista Emilia Pardo Bazán.

El protagonista descubre que, a pesar de las diferencias, la mujer gorda con "maquillaje de cantante imposible" y el intelectual cubano que cita compulsivamente a José Martí tienen algo en común. "Cuando uno vive en una isla muy cerrada, cree que la gente es muy diferente, y cuando uno sale al mundo ve que tenemos problemas parecidos, los mismos deseos y necesidades", comentó Estévez.

Tras una década en Barcelona, Abilio Estévez considera cerrada su etapa en Cuba y no se plantea volver: "Es como cuando vas por el canal de Panamá; hay una esclusa, se llena, el barco pasa, se llena la siguiente, pero ya no puedes volver atrás, igual que en la vida".

El escritor cubano tampoco descarta marcharse de Barcelona: "El camino es hacia adelante, puede que un día eche a andar hacia Montecarlo y no pare hasta llegar a Bucarest", dijo.