viernes, 21 de mayo de 2010

Homosexuales y Opositores

René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -Recientemente conocimos la noticia de una reunión de la comunidad LGBT de Cuba, celebrada bajo los auspicios del Centro de Educación Sexual y de su jefa Mariela Castro, a quien la prensa describe como “madrina” de dicha comunidad.

El suceso tuvo lugar en Santa Clara, en cuyo Hospital Provincial languidece el Coco Fariñas, que en apenas cuatro días cumplirá tres meses de su epopéyica huelga de hambre y sed en demanda de la liberación de los presos políticos más enfermos.

Es oportuno aclarar que la información sobre el encuentro de los homosexuales fue difundida por las agencias internacionales, para consumo externo; pero los medios masivos cubanos han guardado total silencio sobre el particular.

El evento, celebrado en “El Menjunje” —que los periodistas describen como el “único lugar donde el travestismo está autorizado”—, no quedó limitado al local, ya que a los congregados se les permitió también tomar la calle, en la que realizaron un colorido desfile con visos de carnaval.

La doctora Castro Espín elogió lo acaecido, describiendo la reunión como “un espacio de convivencia democrática de todas las personas”. Por su parte, el fundador de “El Menjunje” expresó: “A partir de esta noche la gente salió más tolerante”.

No creo que haya sido acertado aludir a la comprensión —o falta de ella— de “la gente”. No fue ésta, sino el régimen comunista, el que en su momento ideó encerrar a los homosexuales en campos de concentración, por el mero hecho de serlo.

Se trató de la UMAP, siglas que esconden el nombre eufemístico de un engendro totalitario: Unidades Militares de Ayuda a la Producción. En éstas, al abuso lo acompañó la burla. En varios de los campamentos figuraba destacadamente un lema de regusto nazista: “El trabajo los hará hombres”.

El pueblo no tuvo que ver con eso; si algo hizo, fue condenar en su fuero interno el infame atropello. Simultáneamente, el anglicismo gay se impuso en el habla común de los cubanos, sustituyendo a su contundente sinónimo castizo.

Este último tiene una fuerte carga peyorativa, mientras que el otro sólo expresa, de manera neutral, cuáles son las preferencias sexuales del aludido. Este hecho lingüístico demuestra que “la gente” lleva años haciéndose más tolerante.

En cuanto a lo manifestado por la Sexóloga en Jefe sobre el “espacio de convivencia democrática”, debo confesar que fue esa declaración, que ciertamente refleja la realidad en ese tema específico, la que me animó a redactar este artículo.

Siempre me ha resultado curiosa la tolerancia que muestran los comunistas ante los debates en campos ajenos a la política. Son proverbiales, por ejemplo, las opiniones opuestas en materia de deportes. En la Esquina Caliente del Parque Central habanero es constante el guirigay de los que discuten animadamente.

Vemos que en estos momentos sucede algo parecido en la cuestión de la diversidad sexual. Nada tengo que objetar a que en este tema haya ahora una política diferente, a que —al menos como regla— se haya abandonado la persecución. Pero ¿cuándo se hará extensiva esa tolerancia a la esfera de la política!

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