martes, 26 de enero de 2010

Las Mismas Técnicas y El Mismo Final



Claudia Cadelo/ Octavo Cerco
Los abusos que el poder absoluto y omnipotente se ha adjudicado a lo largo de la historia se repiten como si el eterno retorno no fuera sólo una teoría, sino una certeza del mundo en que vivimos. Así, muchas veces las historias de las biografías de aquellos que han emplazado al poder supremo se salen de las páginas de los libros y se mezclan con nuestras vidas, llevando el miedo al centro de nuestra existencia.

La persecución sobre los muchachos que participaron en la Marcha por la No Violencia ha sido una constante desde el seis de noviembre. Hace dos días llegó a su grado máximo y algunos fueron secuestrados por la Seguridad del Estado. Secuestrados, porque aunque la Policía Nacional Revolucionaria acompañaba a los incógnitos compañeros del DSE, no tenían la Citación Oficial que corresponde según el Código Penal. Así estos muchachos, que en su mayoría no pasan de los veinte años, se vieron viviendo en carne propia -en un cuarto destartalado de la estación policial de 21 y C- las escenas vistas en documentales sobre aquellos que una vez estuvieron a merced de otras policías políticas: activistas chilenos, polacos, checos…

Lo más terrible de todo es la exacta repetición del guión, con un crescendo escalofriante de violencia:

- Convencerte.
- Comprarte o comprometerte.
- Desacreditar a tus amigos.
- Hacerte sentir solo.
- Quitarte tus cosas (móvil, laptop, discos o memorias flash) sin documento de confiscación ninguno.
- Amenazarte con tu futuro, tu familia y tu integridad física.

Ellos, los segurosos, han estudiado una triste carrera universitaria: técnicas de coacción y represión de la ciudadanía. Nosotros, los civiles, nos enfrentamos a ellos sin el más mínimo ABC de cómo sobrevivir el tsunami del poderío. Sin embargo, tenemos una sola cosa que -a la postre- será el arma más poderosa: la conciencia. Esa que ellos perdieron, porque para graduarse de “árbitro de la injusticia”, lo primero que hay que aprobar es la asignatura “amnesia de valores cívicos”.

El miedo es un arma de doble filo. Hoy mis amigos dudan y no quieren que yo escriba sus nombres, aunque puede ser que cambien de idea. Me parece que esconderse cuando aquellos que te buscan son los únicos que saben dónde estás, no tiene demasiado sentido. La ruleta del destino siempre regresa y la memoria de los reprimidos no se borra: mañana serán los segurosos los que no podrán evitar -como mis amigos- que se publiquen sus nombres y sus rostros.

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