domingo, 24 de enero de 2010

Fidel Castro y sus inflexiones haitianas


La AP, una de esas agencias occidentales que suele ser benévola con el régimen dictatorial de La Habana a la hora de reportar el acontecer del país, y que jamás llama a las cosas por su nombre, sino con eufemismos (el de "líder cubano"al referirse a Fidel Castro es uno de sus paradigmas verbales), hace circular un cable sobre la perorata del decrépito dictador caribeño relacionada con la presencia de Estados Unidos en Haití, publicada en los medios bajo su control, con el presuntuoso título de "Reflexiones", aun cuando Fidel Castro ha sido históricamente un hombre incapaz de ejercerse la acción del verbo reflexivo. Un hombre que lo que ha logrado con su oratoria llena de retórica vacua (expresión de su existencia política e ideológica), con carácter de arenga, ha sido el efecto de reflejarse como simulación, como mágico vendedor de una imagen que se despixela en promesas paradisíacas que jamás se cumplirán, en las masas inertes, idiotizadas por el discurso ilusionista y traumatizadas luego por la ineficacia práctica del verbo incendiario.


Y es que Fidel Castro se ha pasado toda su vida pasando gato por liebre; su astucia por inteligencia; su capacidad de manipulación por talento político; su escaramuza por hazaña heróica; su concubinato privado por modestia pública; sus delirios y despropósitos por grandeza de estadista; y, últimamente, el detritus de su oratoria por sesudas reflexiones.

En su artí (ilugio) culo Castro dice:


De conformidad con la posición pública formulada por Cuba, personal médico de otras nacionalidades, como españoles, mexicanos, colombianos y de otros países, laboró arduamente junto a nuestros médicos en instalaciones que habíamos improvisado. Organizaciones como la OPS y países amigos como Venezuela y de otras naciones suministraron medicamentos y variados recursos. Una ausencia total de protagonismo y chovinismo caracterizó la conducta intachable de los profesionales cubanos y sus dirigentes.


Y esas palabras están teñidas del chovinismo y protagonismo que dice no tener la posición de Cuba. Le dan un aura de trascendentalismo único, de mitología, de épica, a la sin duda encomiable labor de los médicos cubanos (que por cierto no sólo cubanos enviados por Castro están en Haití,también médicos cubanos residentes en Estados Unidos son parte de la ayuda humanitaria en el devastado país), queriendo, en su mitómana grandilocuencia, vendernos la imagen de que es la misión de médicos cubanos la que coordina y dirige los esfuerzos médicos por salvar vidas en Haití. Y es que, en su delirante visión de la realidad, no cabe la idea de que sus "heróicos" médicos son sólo una mínima parte de la ayuda, y que ni siquiera son la más representativa ni la más capacitada ni la más significativa.

La cada vez más notable y peligrosa disociación de sus funciones psíquico-motoras, lleva al dictador caribeño a ser una patética, decadente y empañada reflexión, en el espejo sin azogue de su historia, que ya se manifiesta como una no-historia,que lo sume en el limbo de la no-existencia. Y por eso, dice:

Cuba, al igual que lo ha hecho en situaciones similares, como cuando el Huracán Katrina causó grandes estragos en la ciudad de Nueva Orleáns y puso en peligro la vida de miles de norteamericanos, ofreció el envío de una brigada médica completa para cooperar con el pueblo de Estados Unidos, un país que, como se conoce, posee inmensos recursos, pero lo que se necesitaba en ese instante eran médicos entrenados y equipados para salvar vidas. Por su ubicación geográfica, más de mil médicos de la Brigada “Henry Reeve” estaban organizados y listos con los medicamentos y equipos pertinentes para partir a cualquier hora del día o de la noche hacia esa ciudad norteamericana. Por nuestra mente no pasó siquiera la idea de que el Presidente de esa nación rechazara la oferta y permitiera que un número de norteamericanos que podían salvarse perdieran la vida.


En tono vehemente y llorón, Castro culpa a los Estados Unidos de la muerte de norteamericanos (a Bush en específico) durante los sucesos de Katrina, por no aceptar la ayuda de médicos cubanos. Es decir, que sólo los médicos cubanos hubieran podido evitar esas muertes, y no los miles de médicos norteamericanos y los millones de dólares y brigadas de rescate y recosntrución enviados a Nueva Orleans. Con fingida sensiblería dice que no se imaginó que le iban a rechazar la ayuda, cuando es de una obviedad sin límites que intentaba disfrazar su alarde de poderío médico como gesto humanitario; su contorsión de polítiquería burlesca como solidaridad con el pueblo norteamericano, cuando sabía perfectamente que esa misión en Estados Unidos ni era necesaria ni sería eficaz, puesto que en las peculiares condiciones del país, los médicos cubanos, ajenos a normas operativas, idioma y regulaciones médicas, serían un estorbo más que una ayuda.

El fingimiento alcanza excelencia, cuando el dictador, en su desordenada altivez, necesitado hasta la mendicidad, ha rechazado ofertas de ayudas millonarias por parte de Estados Unidos-y de organismos internacionales como la Cruz Roja-, cuando Cuba ha sido arrasada por fenómenos naturales. Fingimiento que ha pagado y sigue pagando el pueblo cubano, que de haber recibido la ayuda norteamericana, no estaría hoy todavía arrastrando las consecuencias de los desastres. Fingimiento que se magnifica en estos días, cuando la misión médica cubana, sobrepasada por la dimensión de la tragedia-están equipados para operar en condiciones de relativa normalidad-, no tienen los recursos necesarios para trabajar, y se niegan a recibir suministros médicos provenientes de la ayuda norteamericana.

Este desdoblamiento del dictador, que pretende reflejarse, a través de su inflexión discursiva-la moral y ética hace mucho tiempo que sufrieron esa inflexĭo en el largo avatar de su ficción Fidel, como la ha llamado Zoé Valdés-, busca también el innoble propósito de desviar, en medio de un mundo que le es hostil, la atención del mundo sobre el descomunal, desinteresado y generoso comportamiento de Estados Unidos hacia el pueblo haitiano-comportamiento, que hay que dejarlo claro de una vez, no es la primera vez que lo recibe Haití-, criticando la participación de tropas norteamericanas en el despliegue de ayuda a la población necesitada. Escribe el dictador:

En medio de la tragedia haitiana, sin que nadie sepa cómo y por qué, miles de soldados de las unidades de infantería de marina de Estados Unidos, tropas aerotransportadas de la 82 División y otras fuerzas militares han ocupado el territorio de Haití.


No es que la crisis intestinal lo haya vuelto estúpido, que nunca lo ha sido. No. Lo que pretende, con su capacidad para el torcimiento, es contradecir la evidencia, crear una ilusión, fanático como es a los espejos, para producir una realidad que no es la realidad, sino una falsificación de hechos reales. La realidad es única, el desenmascaramiento del propósito, de la mezquina intentona de descrédito es sencillo: de no ser por las tropas norteamericanas hubiera sido imposible conservar la precaria calma y el relativo orden que impera hoy en Haití, donde las cifras reales deben ser superiores a las 125 mil muertes oficiales. Son las tropas estadounidenses las que han logrado que otros cientos de miles no mueran de sed y hambre. Son sus helicópteros los que distribuyen la ayuda por aire en zonas de difícil acceso. Es en su portaviones donde se purifican las toneladas de agua que se embasan diariamente para los haitianos, donde se atienden a decenas de heridos, desde donde se trasladan a Estados Unidos y Guantánamo a otros cientos. Y lo que pretende Castro, al negarlo, es inmoral, pero sabemos que la morālis castrista torció su rumbo desde sus inicios por los linderos de la maldad. Y si como él ha dicho, ni la Organización de Naciones Unidas, ni el Gobierno de Estados Unidos han ofrecido una explicación a la opinión pública mundial de estos movimientos de fuerzas, es porque, como se dice en buen cubano, se cae del a mata. Es de una obviedad ante los ojos de los que no están ciegos por el antinorteamericanismo, que no necesita explicación. Sólo mentes perversas y oligofrénicas, pueden establecer el precepto de que Estados Unidos busca apoderarse militarmente de Haití aprovechando esta desgracia-que seguramente los haitianos lo agradecerían-, porque no está el país en condiciones económicas, con un desempleo galopante por encima del 10 porciento, dos frentes de guerra abiertos en el medio Oriente y el partido gobernante envuelto en una crisis política doméstica, como para derrochar recursos en un nuevo frente.


En otro alarde de mezquino quebrantamiento ético Castro sentencia: Varios gobiernos se quejan de que sus medios aéreos no han podido aterrizar y transportar los recursos humanos y técnicos enviados a Haití. Olvida el decrépito dictador, que el aeropuerto de Haití es, por su tamaño, su capacidad operacional y su falta de profesionalización, infuncional y caótico. Y que si en estos momentos tiene cierto grado de eficiencia es gracias a que el gobierno constitucional de Haití se lo entregó a las tropas norteamericanas. No tiene la ONU la capacidad para operar a la escala que lo puede hacer Estados Unidos. Es la ONU, por demás, una organización desacreditada, sin fuerza moral ni capacidad económica para responder masivamente como Estados Unidos. Y adicionalmente, la tacañería de los demás países ha sido tan palpable como denigrante.


Sobre este mismo punto, la opinión del jefe de protección civil italiano Guido Bertolaso, de que la ayuda de las tropas norteamericanas es patética, sólo lleva un comentario que lo derrumba: nadie lo puede hacer mejor. Y es que la sorpresiva debacle requería una reacción inmediata, aunque fuera desorganizada. Los errores hay que corregirlos sobre la marcha. Pero no creo exista otra fuerza en el mundo capaz de ayudar más eficazmente. Las tropas de Estados Unidos están entrenadas para estas contingencias y tienen los recursos y experiencia para hacerlo. Y si el presidente Obama no hubiera mandado la ayuda masiva que ha mandado, hoy Haití estaría hablando del doble de víctimas, y la lucha por la sobrevivencia se hubiera convertido en una carnicería.


Puedo asegurar, para la tranquilidad de Castro y su entourage bolivariano, que Estados Unidos no tiene el menor interés en anexarse Haití, y que cuando la situación se normalice, el mando será entregado al gobierno de René Preval, como corresponde.


No conforme con la exhibición de tanto deshonor, falta de gallardía y de nobleza de espíritu, Castro ensarta, una tras otra,una serie de tonterías sobre la esclavitud y la miseria de Haití, de una torpeza y vagancia intelectual tan inmensa que no merecen comentario. Lo que si merece una puntualización, en aras de la justicia, es esta aseveración:


Tras la tragedia, se ha desatado en Haití una competencia por la adopción precipitada e ilegal de niños y niñas, que obligó a que la UNICEF tomara medidas preventivas contra el desarraigo de muchos niños, que despojaría a familiares allegados de tales derechos.


La maledicencia congénita lo lleva a la mentira burda. Los adoptados son niños huérfanos que ya estaban en proceso de adopción-tantos los llegados a Estados Unidos como a Francia-, y lo único que han hecho estos gobiernos es acelarar el proceso de visados. La conducta de Castro pretende negarle a estos niños que vivían de la misericordia en orfanatos, la posibilidad de una vida mejor, de un futuro lleno de posibilidades.

Incluso, vale aquí la acotación a los puntos de vista de periodistas como Mercedes Soler, que, contrario a lo que piensa Castro, en un irresponsable travestismo filantrópico, ha acusado de racismo al gobierno norteamericano, por no alentar un rápido y masivo proceso de adopción de niños haitianos. Cuando lo que han hecho las autoridades es, antes de caer en el error del desarraigo, ser cautelosos y valorar las opciones. La estupidez de gente como Soler, ha sido darle una dimensión racial a la tragedia, como si los blancos norteamericanos se opusieran a la llegada de niños desvalidos, porque son negros-no ha habido una sola manifestación en ese sentido, y no dudo que existan sectores que se opongan-, cuando vemos que los niños adoptados que llegan a Estados Unidos van a parar a hogares de personas blancas-igual que en Francia. Soler es de las que padece esa estupidez del pensamiento liberal norteamericano, que ha hecho creer al mundo que a Obama lo puso en la Casa Blanca la minoría negra. Soler, conocida por su falta de capacidad intelectual y su escasa vista panorámica para el análisis, pretende comparar la Operación Pedro Pan con el caso haitiano. Dos fenómenos tan disímiles. Incluso, como se acostumbra en el exilio, habla de los Pedro Pan como si fuera una solución ideal, cuando los testimonios de muchos de estos niños de entonces son desgarradores, y aún hoy siguen siendo traumáticos, al punto de no poder reconciliarse con la decisión de sus padres. Hecho éste que se pretende ocultar tras el éxito de algunos de los que vinieron en ese éxodo.

Para finalizar sólo diré que la frase de Castro: Enviamos médicos y no soldados, se deriva del mismo travestismo filantrópico del que padece Soler. Si él pudiera enviaría soldados. Si Soler pudiera traería a todos los niños haitianos a un país extraño, aunque ella no adoptaría a ninguno, le dejaría esa responsabilidad al erario público (detrás de la decisión de no hacer una adopción masiva existen prejuicios de orden económico y moral-desarraigo-, pero no predominantemente raciales). Tal vez por negros. Tal vez porque tras los travestismos de estos dos travestis de la palabra , se ocultan en realidad unos racistas consumados.

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