miércoles, 25 de noviembre de 2009

Una propuesta simple, pero eficaz


Siempre he pensado que el levantamiento del embargo-herramienta política de relativa efectividad, ya que Estados Unidos está entre los principales cinco socios comerciales de Cuba- tendría dos consecuencias primordiales, una política, y otra económica, que al fin y al cabo son la misma cosa:
1. Una inmensa victoria política para el castrismo, y una consecuente y humillante derrota para el exilio todo: dialogueros, intransigentes, balseros, históricos, quedaditos, o como quieran clasificarlos.
2. Una extraordinaria posibilidad de los dictadores Castro de acceder a créditos frescos, no sólo de instituciones financieras estadounidenses, sino del resto del mundo, que hoy no ofrecen esas facilidades por sus relaciones con Estados Unidos y el impedimento de la ley Helms-Burton.

La derrota política sería el golpe más demoledor a la moral de quienes, de una u otra forma ,se han opuesto a más de medio siglo de dictadura, y mensaje desalentador para toda la oposición interna que se pudre en las cárceles cubanas, bajo terribles condiciones. Además, una afrenta para todos aquellos que derramaron su sangre en aras de una libertad y democracia que aún no tenemos. Una afrenta a la víctima y una concesión inmerecida al victimario, que durante 50 años ha ofendido, vilipendiado, agredido y despreciado a quienes se le han opuesto, alardeando de que no lo necesita para nada. Entonces, ?para qué nuestro dinero ahora?

Necesitan nuestro dinero, porque sin él no tienen manera ya de sostenerse. Necesitan los viajes, porque el único turismo verdaderamente fuerte, que gasta dinero, es el norteamericano, porque el turismo de españoles e italianos es de una pobreza aberrante, porque más le dejan los exiliados cubanos que van a la isla, que los mexicanos, los franceses o los miles de izquierdistas trasnochados que van al país a tomarse fotos en el último reducto de la prehistoria totalitaria en el contienente.

Sin embargo, creo que el embargo se debe, se puede y se tiene que levantar. Sólo que no puede ser una medida incondicional. Para ello, el castrismo tendría que aceptar darle al pueblo sus libertades políticas y económicas. De lo contrario, no habrán de merecerlo, así de simple. El levantamiento incondicional del embargo no beneficiaría en nada al pueblo cubano. Sólo permitiría mayores ingresos a las arcas del gobierno para acrecentar la represión. El pueblo cubano jamás se ha beneficiado de los privilegios económicos que le han otorgado. Ni siquiera se beneficia de la importación de alimentos que hace el castrismo de Estados Unidos.

Un buen punto de partida para iniciar este descongelamiento político y económico es que Estados Unidos autorizara la liberación de los viajes de todos los ciudadanos norteamericanos a Cuba, si el castrismo, a cambio, eliminara los permisos a los cubanos para viajar al extranjero y los permisos de los cubanos para entrar al país. Cuba es el único país del mundo que humilla a sus ciudadanos de semejante manera. Por eso, los cubanos que viven fuera de la isla, vayan o no a Cuba, no son exiliados-ya es hora de darles su verdadero nombre-, son desterrados.

No hay ninguna razón, ni humana, ni política, ni económica, ni táctica, ni estratégica para que el Presidente Obama haga concesiones medulares al castrismo, sin que el pueblo de Cuba-de dentro y de fuera- obtenga algo a cambio, porque en política toda acción tiene el propósito de obtener algo a cambio. O de lo contrario deja de ser política y se convierte en traición. Y los cubanos ya han sido bastante traicionados por toda latinoamérica, Europa y consecutivos gobiernos norteamericanos-los de los Bush incluídos-, como para que sigamos bajándonos los pantalones, nos violen, y encima tengamos que escuchar que nos digan, a gritos, !muévete!

El castrismo ya está en coma. No hay que dejar que sobreviva. Es el momento de rematarlo. Darle, sin sacarle nada, es un suicidio. Es una propuesta simple, pero eficaz.

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